En Estados Unidos se ha fundado el Instituto Rutherford en defensa de la Libertad Religiosa. Tal vez nos parezca innecesario, pues se supone que en Norteamérica existiría una irrestricta Libertad Religiosa. Sin embargo, como los voceros del Instituto hacen notar, esa supuesta "Libertad" parte de la premisa de profesar la Religión que uno quiera... pero en silencio; el medio se da rápidamente por agredido -y reacciona con violencia inusitada- si uno se atreve a hablar de Religión o, incluso, de Dios.
Desgraciadamente, esto lo vemos también en nuestro medio: Uno es libre de profesar la Religión que desee... mientras no se atreva a "lavar el cerebro" (léase: convertir) a los demás. Cabe preguntarse qué tipo de "Libertad" es ésta que sólo puede practicarse muy a escondidas y que -si se siguiesen sus reglas- condenaría cualquier credo a la desaparición o, a lo más, lo reduciría a un asunto estrictamente familiar.
Dicho sea de paso, esto es exactamente lo que ocurría en los países comunistas, donde la Religión -el "opio de los pueblos"- también era calificada de "lavado cerebral" por parte de "fanáticos" peligrosos para el Estado y la Sociedad. De los "fanáticos" trataremos en detalle en una próxima publicación; ahora, hablemos del supuesto "lavado cerebral"...
¿Qué es -realmente- un "lavado de cerebro"? La expresión surgió en la Segunda Guerra Mundial para referirse a los prisioneros de guerra que habían sido "reacondicionados" psicológicamente por el enemigo.
El término, por tanto, se refiere a inculcar por la fuerza ideas contrarias a la propia disposición, mediante argucias psicológicas, drogas hipnóticas, tortura o, simplemente, la repetición insistente, a fin de modificar la conducta del sujeto. En ese sentido, toda propaganda publicitaria (y en especial la televisiva) es -de hecho- un "lavado cerebral" (un "ensuciado", para ser exactos).
Ahora bien, el abrazar una Religión dada, obviamente va a implicar un cambio de conducta en el sujeto... pero no califica de "lavado cerebral" a menos que la persona hubiese sido forzada a recibir el adoctrinamiento. A lo demás, se le llama, simplemente "conversión"... aunque la Religión abrazada por el sujeto no nos guste.
Pero el problema por el cual el medio se opone tan tenazmente a la Religión, no es en absoluto, el supuesto "lavado de cerebros" (que, como decíamos, no es tal), si bien este falso enfoque nos puede dar la clave de tal rechazo: Si a la Religión que se practica se le llama "lavado de cerebro" es -únicamente- porque logra cambiar la conducta del practicante... con lo que las fallas de los demás quedan en relieve (para su vergüenza y cólera).
Es por eso -y sólo por eso- que el mundo actual rechaza a Dios por decreto o se esfuerza en ignorarlo a través de su hipocresía: Porque el reconocer la presencia de Dios exige un verdadero cambio de vida que el mundo de hoy no está dispuesto a aceptar; un cambio (para bien) que nos haría volver a ser humanos.
Desgraciadamente, esto lo vemos también en nuestro medio: Uno es libre de profesar la Religión que desee... mientras no se atreva a "lavar el cerebro" (léase: convertir) a los demás. Cabe preguntarse qué tipo de "Libertad" es ésta que sólo puede practicarse muy a escondidas y que -si se siguiesen sus reglas- condenaría cualquier credo a la desaparición o, a lo más, lo reduciría a un asunto estrictamente familiar.
Dicho sea de paso, esto es exactamente lo que ocurría en los países comunistas, donde la Religión -el "opio de los pueblos"- también era calificada de "lavado cerebral" por parte de "fanáticos" peligrosos para el Estado y la Sociedad. De los "fanáticos" trataremos en detalle en una próxima publicación; ahora, hablemos del supuesto "lavado cerebral"...
¿Qué es -realmente- un "lavado de cerebro"? La expresión surgió en la Segunda Guerra Mundial para referirse a los prisioneros de guerra que habían sido "reacondicionados" psicológicamente por el enemigo.
El término, por tanto, se refiere a inculcar por la fuerza ideas contrarias a la propia disposición, mediante argucias psicológicas, drogas hipnóticas, tortura o, simplemente, la repetición insistente, a fin de modificar la conducta del sujeto. En ese sentido, toda propaganda publicitaria (y en especial la televisiva) es -de hecho- un "lavado cerebral" (un "ensuciado", para ser exactos).
Ahora bien, el abrazar una Religión dada, obviamente va a implicar un cambio de conducta en el sujeto... pero no califica de "lavado cerebral" a menos que la persona hubiese sido forzada a recibir el adoctrinamiento. A lo demás, se le llama, simplemente "conversión"... aunque la Religión abrazada por el sujeto no nos guste.
Pero el problema por el cual el medio se opone tan tenazmente a la Religión, no es en absoluto, el supuesto "lavado de cerebros" (que, como decíamos, no es tal), si bien este falso enfoque nos puede dar la clave de tal rechazo: Si a la Religión que se practica se le llama "lavado de cerebro" es -únicamente- porque logra cambiar la conducta del practicante... con lo que las fallas de los demás quedan en relieve (para su vergüenza y cólera).
Es por eso -y sólo por eso- que el mundo actual rechaza a Dios por decreto o se esfuerza en ignorarlo a través de su hipocresía: Porque el reconocer la presencia de Dios exige un verdadero cambio de vida que el mundo de hoy no está dispuesto a aceptar; un cambio (para bien) que nos haría volver a ser humanos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Danos tu opinión...