En un mundo cada vez más convulsionado, se escucha tantas veces la palabra Libertad, pero sin detenernos a definirla adecuadamente y sin aprender a diferenciarla de Libertinaje ("hacer lo que yo quiero") y la Anarquía ("que nadie me mande").
"La verdadera Libertad es -únicamente- la de poder elegir a qué Ataduras sujetarse."
Hoy en día se escucha por todas partes hablar de la Libertad.
Todo el mundo quiere ser libre, entendiendo dicha Libertad, básicamente como “Poder hacer lo que yo quiero”.
Al parecer, esta definición, implicaría que la persona tuviese plena conciencia de lo que quiere y la voluntad correspondiente para lograrlo… pero en realidad no ocurre así.
Todo el mundo quiere ser libre, entendiendo dicha Libertad, básicamente como “Poder hacer lo que yo quiero”.
Al parecer, esta definición, implicaría que la persona tuviese plena conciencia de lo que quiere y la voluntad correspondiente para lograrlo… pero en realidad no ocurre así.
Si empiezo a hacer todo lo que quiero -y no lo que debo- le estoy dando rienda suelta a mis instintos, reforzándolos cada vez más, hasta que mis pasiones terminen dominándome, de tal manera que en muchas oportunidades me dejaré arrastrar por ellas y perderé el control sobre mi persona.
Eso, en buena cuenta no viene a ser otra cosa que la anulación de mi Fuerza de Voluntad. Ha sido así como hoy en día se han puesto tan de moda frases como: “No sé por qué lo hice” o “Por más que lo intento, no puedo evitarlo”.
Este “Poder hacer lo que yo quiero y no lo que otros me digan”, ha llegado a desembocar, actualmente, en una necia rebeldía contra toda Autoridad y Orden establecidos.
De manera que -hoy por hoy- para demostrar “lo libre que soy” y que realmente “hago lo que quiero” y no lo que dictan las normas establecidas, debo actuar exactamente en forma contraria a lo que ellas indiquen… aún cuando de esta forma termine por perjudicarme y caer -muchas veces- en lo que no deseo.
Así es que, si lo normal era que el hombre llevara el pelo corto y la mujer lo llevara largo, entonces, el rebelde, tenía que hacerlo al revés… lo cual sólo le duró hasta que estos nuevos estilos se popularizaron y, dado que había, nuevamente, que romper lo establecido, ahora los hombres usan aros y la mujer se afeita la cabeza.
Si lo normal era vestir bien e impecable, la prueba de mi libertad radica en usar prendas desteñidas y desgarradas, vistiendo en forma andrajosa e inmunda… cuanto más estrambótica sea, pues mejor.
De hecho, actualmente, se han puesto de moda todos los grandes rebeldes y, entre ellos, destaca el mayor de todos: El Diablo, cuyos nombres se escuchan frecuentemente en las voces de los jóvenes roqueros de hoy.
Si bien esta gente rompe los cánones, están sujetos a una Pseudo-Libertad, que les hace pensar que hacen lo que quieren, pero que en realidad los tiene tan esclavizados como la masa que tanto critican, ya que tienen que estar tanto o más atentos que el resto de las personas a la moda, las máscaras, las normas y reglas sociales, precisamente para poder quebrarlas.
Concretamente, están sujetos a las normas al igual que el común de las personas, si bien tienen que seguirlas “al revés”, con lo cual, aunque terminen avanzando con luz roja y deteniéndose con la verde… siguen dependiendo del semáforo social de una forma u otra.
A algunas personas se les oye decir: “Lo que yo busco es poder hacer lo que yo quiero” añadiéndole además la frase: “…sin perjudicar a otros”, lo cual aparentemente es una definición menos libertina y mucho más “altruista”, pero no es tal en realidad, pues tan sólo representa una frase sin consecuencia.
Si yo hiciera únicamente las cosas que están delimitadas por esta definición, mi campo de acción estaría tan restringido como ya lo está en toda sociedad, no sólo por las leyes establecidas, sino por las tradiciones, máscaras sociales y miedo al “¿Qué dirán?”.
Además de esto, está el hecho de que es prácticamente imposible tener un criterio justo y preciso para medir donde debo trazar la línea que me permita actuar “tal como yo quiera” y que al mismo tiempo, ello no interfiera con lo que otro a su vez desee, pues, a menos que yo esté solo en una isla desierta, mis acciones van a tener un efecto en otras personas, producto de la interacción social.
“Poder hacer lo que yo quiero” es ser independiente de todo, sin compromisos, deberes, ni obligaciones que me aten o me impidan hacer lo que yo deseo -cuando y como quiero- con total autonomía y sin que me mande nadie.
Pero… ¿acaso todas esas obligaciones y ataduras que te vuelven “tan dependiente”, no son los lazos que te vinculan con los demás en forma recíproca?
Créeme, si tú te atas a otra persona, esa persona -de una forma u otra- también queda atada a ti.
Si no quieres ataduras, no podrás amar ni ser amado, pues quien ama, es quizás quien más atado está, ya que ese sentimiento es algo que no se puede evadir como se suele hacer actualmente con los compromisos y deberes.
Quien ama, simplemente no puede evitar preocuparse por los que ama… lo cual ya es una forma de pertenecerles y estar atado a ellos.
De manera que mientras menos ataduras tengas y más “libre e independiente” llegues a ser dentro de esta definición, es más probable que, aún cuando estés en medio de una multitud de personas, te sientas como en una isla desierta, pues por no haber establecido vínculos sólidos, te habrás condenado a la más triste soledad.
En conclusión, el atreverse a proclamar “Yo hago lo que quiero” no hace libre a nadie… aunque la persona realmente crea que puede e intente lograrlo.
¿Podemos decir que es realmente libre la persona que es arrastrada por las cadenas de sus pasiones, su rebeldía o sus temores, que son las que lo manejan?
¿Es ésta la tan codiciada libertad, donde la ausencia de ataduras sólo conduce a aislarse consigo mismo?
Tenemos que contestarnos con un NO.
Eso no es Libertad… sino Egoísmo.
Mi Libertad no consiste en carecer de ataduras sino -muy por el contrario- en que sea yo quien las elija, con plena conciencia y voluntad, comprometiéndome a asumirlas aún cuando no me gusten o me resulten tan pesadas, que tema no tener la fuerza requerida para cargarlas.
El ejercicio máximo de mi Libertad es poner lo que debo, el Compromiso asumido, por encima de lo que posteriormente quiera.
Y aquí la palabra clave -tan frecuentemente olvidada hoy- es Compromiso, esto es una Cadena asumida por propia voluntad y de la que ya no puedo (ni quiero) echarme atrás.
El haber elegido una opción de antemano y en forma permanente, evita que la persona sea arrastrada después por su propia volubilidad (o conveniencia), sin quererlo realmente y encima creyéndose libre.
Es únicamente actuando así que lograré ya no decir más aquel insulso y mediocre: “No pude evitarlo” que tanto repetimos hoy en día.
Llegados a este punto, podríamos -sin embargo- preguntarnos: ¿Cómo puedo tener la certeza de que elegí correctamente y que no debo cambiar de opinión? ¿No dicen acaso que errar es humano? Pues sí. El hombre se equivoca la mayoría de las veces; sino fuera así, no arruinaríamos con tal frecuencia nuestras vidas, ni el mundo andaría como está.
Pero, si bien el hombre se equivoca, Dios no.
Por tanto las cadenas más seguras son las que Dios te da a elegir, las que existieron desde siempre en su Revelación y serán efectivas para siempre.
Él es el Amo bueno que está para protegerte, y que estará sujetando firmemente el otro extremo de tu cadena para evitar que te caigas.
Ya no estarás más tiempo en soledad, pues cuando asumas esas Cadenas de Libertad, notarás que Él también está atado a ti.
Las Cadenas de Dios delimitan un espacio en el cual puedes moverte con toda confianza y seguridad, pues allí no puedes dañarte ni dañar.
Allí puedes bailar, correr y saltar con la certeza de que El vigila cada paso que das y no permitirá que en tu relación con otros hayan peligrosos enredos, ni que la soltura de tus movimientos te haga caer, pues en cuanto te pusieras en una posición riesgosa, sentirías un tirón en tu cadena que te indicaría que te has alejado demasiado y te estás acercando a los bordes del Abismo.
Entonces podrás volver sobre tus pasos sin vacilar, sabiendo que pisas tierra firme y que la firme Mano de tú Señor te sujeta.
Allí tendrás nuevamente, la Libertad de poder dejarte ser quien tú realmente eres, no sujetándote al “¿Qué dirán los demás?”… sino sujetándote plenamente a tu Dios.
Esta es la forma -la única forma- de ser efectivamente Libre.
Interesante texto que analiza los límites reales de la libertad y la capacidad de elección, que va más allá de los meros capricho de una mente sobre estimulada que sólo busca lo extremo, la adrenalina.
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