jueves, 27 de junio de 2013

El vuelo del Moscardón

El Vuelo del Moscardon

 
¿Puede volar el Moscardón?

       Tal vez la pregunta nos pueda parecer totalmente innecesaria… tonta, incluso.
 
       Cualquier persona con ojos -hasta un niño- puede ver a los moscardones volar graciosamente por el aire.
 
       Pero la Ciencia -esa moderna deidad que escribe su nombre con mayúscula- se ocupó de este insecto para estudiar con gran detenimiento su vuelo… con resultados realmente sorprendentes.
 
       Este Artículo servirá para despertarnos a la dura realidad de que muchas de las supuestamente “sólidas” y contundentes Verdades Científicas en que nos apoyamos, pueden no ser tales…
 

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       Era la década de los ´70. El “boom” de los nuevos logros científicos resonaba por todas partes y -quien más, quien menos- todos se hacían eco de la todopoderosa Ciencia actual.
 
       En Florida, Estados Unidos, un joven se preparaba al Examen de Grado que le conferiría el título de Entomólogo. Su dedicación al estudio de los insectos era intensa y real. Durante sus años de universitario se había esforzado, logrando destacar y ahora quería cerrar con Broche de Oro una trayectoria brillante.
 
       El joven estaba confiado… tenía una carta bajo la manga que otros no podían ni sospechar: Su cuñado -el esposo de su hermana- era uno de los científicos que, en la NASA, se ocupaban de los complejos cálculos que sirven para poner los satélites en órbita… y había ofrecido ayudarlo.
 
       Su proyecto era sencillo, pero, a la vez, de gran lucimiento. Se disponía a hacer el estudio detallado del vuelo de los insectos en una forma no emprendida antes: El estudiaría la morfología del insecto en cuestión, sus alas, los músculos que las mueven, etc. y su cuñado lo ayudaría con las complejas fórmulas aerodinámicas que daban coherencia al vuelo. Incluso se había preparado para cubrir el costo de cierto número de horas de computadora (conseguidas a base de muchos ruegos y algunas influencias) que -según él y su cuñado- bastarían para hacer los cálculos necesarios y trazar las curvas correspondientes a las corrientes de aire durante el vuelo del bicho.
 
       Para su proyecto había elegido a un insecto algo gordo y torpe… pero famoso: el Moscardón.
 
       Ya el músico ruso Rimski-Korzakoff había dedicado toda un área de su ópera Zar Zaltan al “Vuelo del Moscardón”, donde el violín, con un zumbido melodioso, representaba las andanzas y maniobras del vuelo del mismo. Incluso en libros hindúes de respetable antigüedad se hablaba poéticamente del Moscardón y de su vuelo, asemejando sus  giros a los de los amantes y su zumbido a los suspiros del amor.
 
       Y, ahora, él lo estudiaría científicamente para explicar -en detalle- como un insecto tan gordo y pesado lograba hacer tales piruetas en el aire.
 
       El joven se esmeró; fue increíblemente detallado y meticuloso…
 
       Primero capturó un cierto número de Moscardones a los cuales pesó y midió en forma sumamente precisa hasta determinar su forma promedio con bastante exactitud.
 
       Luego, cuidadosamente, aplicó su bisturí para poder separar y medir -para cada caso particular- el tamaño y potencia relativa de los músculos impulsores de las alas, así como el área y resistencia de las mismas.
 
       Todos estos datos eran anotados para ser enviados a su cuñado quien los introduciría en la computadora a fin de efectuar el cálculo de fuerzas, la masa de aire desplazada, la resistencia del aire al cuerpo del insecto durante el vuelo y los demás parámetros involucrados, tal como si se tratase de un avión de alta tecnología.
 
       Al fin, después de varios meses, el joven concluyó que los datos recabados deberían ser ya suficientes -excesivos, incluso- para los fines que se proponía y así se lo indicó a su cuñado, el cual puso en marcha el Programa de cálculo que había preparado para esto, introduciendo el conjunto de datos.
 
       La computadora recibió las tarjetas perforadas, procedió a efectuar todos los cálculos correspondientes y emitió su resultado: La masa de aire desplazada por las alas del Moscardón era inferior al peso del mismo… en buen castellano: El Moscardón no podía volar.
 
       El científico de la NASA recogió el papel impreso, pero frunció el ceño al darse cuenta de que -seguramente- había cometido algún error al introducir el Programa. Claro que esto era altamente improbable, pues era el mismo sistema de cálculos que usaba diariamente para aviones, cohetes y proyectiles, sin falla alguna.
 
       Pacientemente, revisó su Programa… y no halló falla alguna. Repitió la prueba… y obtuvo el mismo resultado una y otra vez. Ajustó los márgenes de error, aumentó la precisión de los cálculos… y el resultado seguía siendo el mismo: El Moscardón no podía volar.
 
       A estas alturas, ya varios de sus colegas se hallaban intrigados por la curiosa investigación y decidieron ayudarlo. El asunto se volvió el Proyecto Mascota (Pet Proyect) del Grupo de Aerodinámica de Cabo Cañaveral (hoy Cabo Kennedy) bajo el nombre de Proyect Bumblebee (Proyecto Moscardón) y hasta lograron convencer a sus jefes para que les asignaran más tiempo de computadora.
 
       Se revisaron los cálculos una y otra vez. Se solicitaron datos adicionales al joven entomólogo a fin de aumentar más y más la precisión de los resultados. Se hicieron diversos enfoques del problema. Incluso se calculó cuanta fuerza de empuje se necesitaría para levantar verticalmente por los aires al Moscardón (tal como el mismo insecto suele hacer al emprender su vuelo) y la computadora indicó que las alas se destrozarían con el esfuerzo implicado.
 
       Se efectuaron incluso simulaciones en el Túnel de Aire, las cuales sólo obtuvieron un imaginario Moscardón pegado al suelo y sin posibilidad alguna de despegar o -en las simulaciones de vuelo- una caída rápida, estrellándose una y otra vez contra el suelo.
 
       La Prensa -de alguna forma- llegó a enterarse y el asunto ocupó los titulares de revistas y periódicos y recibió tiempo en la televisión. Todo Estados Unidos -incluso el mundo- se enteró del famoso Proyecto Moscardón.
 
       Finalmente, habiendo agotado todas las pruebas imaginables, los científicos tuvieron que dar por terminado el caso y emitir un dictamen que haría historia:

El Moscardón no puede volar.
 
       No importa que miles o millones de Moscardones -con su alocado vuelo- nos demuestren lo contrario… la Ciencia había probado sin lugar a dudas que no podía volar.
 
       En la entrevista por televisión que se le hizo al joven (que logró su Doctorado en Entomología) y a su científico cuñado, surgió la inevitable pregunta:
Si está «científicamente probado» que el Moscardón no es aerodinámico y, por tanto, no puede volar… ¿cómo es que vuela?”
       La respuesta del entomólogo también pasaría a la Historia:
Probablemente es porque nadie se lo ha informado aún.”
       Afortunado hecho para los Moscardones y para todos aquellos que disfrutamos al contemplarlos en su vuelo retozón.

 
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       Pero este cuento tiene su Moraleja:
 
       No todo lo que nos cuentan es Ciencia.
 
       Hemos llegado a convertir “aquello que la Ciencia dice” en Dogma de Fe, sin preguntarnos su fuente o su sentido.
 
       Nuestra superficial ilustración actual -o para ser más exactos, nuestra tan ilustrada ignorancia- que surge de una “cultura televisiva” nos lleva a doctorizar con dudosa autoridad sobre asuntos que ni comprendemos.
 
       El Moscardón es tan sólo un ejemplo que nos recuerda cómo el Hombre de hoy, que se halla envanecido en sus incompletos -y a menudo falsos- conocimientos cae siempre en el ridículo cuando se las da de infalible.
 
       Actualmente, estamos cayendo en confundir cualquier cosa con “Ciencia” y tomando cualquier teoría o hipótesis como si fuese una Ley probada; pero en el caso del Moscardón, el asunto fue más grave: La Ciencia demostró un absurdo.
 
       Antiguos Libros del Hinduismo dicen, con gran acierto:
No existe mayor ignorancia que el conocimiento a medias.”
       Esto se puede verificar a diario, pues el que cree que sabe comete muchos más errores que el que reconoce su ignorancia; pero, en el caso concreto del Moscardón, se aplica en forma precisa la frase bíblica de:
El que mora en los Cielos se reirá. El Señor se burlará de ellos.” (Salmos 2:4)

 

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